



Eran las 8 de la mañana de un día soleado. Nicolasa recogió a sus tres amigos en el todoterreno. Se disponían a iniciar un viaje que cambiaría por completo el curso de sus vidas... Uy, uy, uy, seamos realistas; aquello era una simple excursión que llevaban tiempo y tiempo planeando, y el coche no pasaba de ser un utilitario.
De camino, Nicolasa quiso enseñarles la ciudad de Manresa, y dio unas cuantas vueltas por sus calles, cosa que los demás interpretaron como falta de orientación para encontrar el camino de salida.
De camino, Nicolasa quiso enseñarles la ciudad de Manresa, y dio unas cuantas vueltas por sus calles, cosa que los demás interpretaron como falta de orientación para encontrar el camino de salida.
-¿Falta mucho?, -Me aburro... se oía quejarse a Eleuteria en el asiento trasero. Tomando el eix transversal, llegaron a la estación de Sant Pere Sallavinera, donde dejaron el coche. Josafat se ofreció a llevar las mochilas de las señoritas, pero ellas se negaron, alegando que podían cargar incluso con un jabalí.
Caminaron y caminaron hasta divisar su objetivo, el Castell de Boixadors y la iglesia de Sant Pere; el castillo era una fortaleza del siglo XI en obras de restauración, donde al parecer, se había iniciado la repoblación de la zona.
Continuaron por los senderos recogiendo margaritas y entonando canciones de su época de colegiales. A la hora del almuerzo, acamparon en un llano para reponer fuerzas. Inocencia bromeaba con Josafat, lanzándole unas bolitas de hierba que se enganchaban en su jersey de lana. Eleuteria ofrecía sus productos para protegerse del sol.
De camino al coche, Josafat hizo amistad con dos mujeres de cierta edad, que deslumbradas por su juventud, le hicieron creer que el atajo que él proponía era el correcto.
Y ya estaban de nuevo en la carretera. Por si todavía no conocían Manresa, Nicolasa hizo una parada allí para que pudieran merendar.
Al llegar a Barcelona, estaban rojos como tomates y casi no se tenían en pie, pero estaban contentos, aquél había sido un día especial, en el que habían compartido risas y habían hecho crecer su amistad.
Al llegar a Barcelona, estaban rojos como tomates y casi no se tenían en pie, pero estaban contentos, aquél había sido un día especial, en el que habían compartido risas y habían hecho crecer su amistad.
2 comentarios:
Muy buena la historia de la excursión. Pero, casi que mejor que la narración, son los nombres de los protagonistas.
Pobre Josafat, es más que probable que le enviasen a por cafés en mitad del bosque, mientras las otras excursionistas se rascaban la panza...
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