El último viaje a Nonaspe fue triste. Se murió mi abuela, y en lo único que podía pensar mientras iba en el coche era en que ya la echaba de menos.
A mi abuela le gustaba el fútbol y como buena aficionada al Zaragoza, no se perdía los partidos que televisaban. Y era entrañable oírla hablar sobre qué mal juagaba éste o tal otro, o de cómo de injusto era que Barça y Madrid se llevaran siempre los títulos.
Yo la veía pocos días al año, pero siempre pensaba en ella con cariño. El año pasado empecé a escribir sobre el viaje a Nonaspe del verano, pero lo dejé a medias. La anécdota curiosa de ese viaje fue que mi madre y yo llevamos a mi abuela en la silla de ruedas hasta la ermita del río. Fue muy divertido, además de pesado, ya que en la subida desde la ermita por la carretera nos costó bastante empujar la silla! Pero creo que mi abuela también lo pasó bien ese día.
En Navidad también vamos al pueblo y mi madre siempre le compraba algo de ropa para regalársela en el Tió. Con la llegada de las niñas a la familia, esta tradición se volvió todavía más divertida, y eso que nunca habíamos dejado de hacerlo y de reírnos todos mientras sacábamos paquetes, incluso cuando mis primos y nosotras ya éramos mayores.
Y en las comidas familiares mi abuela siempre estaba la primera en la mesa, aunque tardaba bastante en llegar por el pasillo con el bastón; recuerdo cómo nos reíamos con ella porque obstaculizaba el paso hasta el comedor y teníamos que ir haciendo cola unos detrás de otros hasta que llegaba!
A mi abuela le gustaba mucho leer y pasaba horas jugando al solitario, nos enseñó más de un juego de cartas que todavía recuerdo.
Cuando alguien a quien quieres se va, los recuerdos sólo pueden ser buenos, y uno de los más bonitos fue lo orgullosa que me sentí viendo como mi madre y mi tía cuidaban tan bien de ella cuando ya estaba enferma.
A mi abuela le gustaba el fútbol y como buena aficionada al Zaragoza, no se perdía los partidos que televisaban. Y era entrañable oírla hablar sobre qué mal juagaba éste o tal otro, o de cómo de injusto era que Barça y Madrid se llevaran siempre los títulos.
Yo la veía pocos días al año, pero siempre pensaba en ella con cariño. El año pasado empecé a escribir sobre el viaje a Nonaspe del verano, pero lo dejé a medias. La anécdota curiosa de ese viaje fue que mi madre y yo llevamos a mi abuela en la silla de ruedas hasta la ermita del río. Fue muy divertido, además de pesado, ya que en la subida desde la ermita por la carretera nos costó bastante empujar la silla! Pero creo que mi abuela también lo pasó bien ese día.
En Navidad también vamos al pueblo y mi madre siempre le compraba algo de ropa para regalársela en el Tió. Con la llegada de las niñas a la familia, esta tradición se volvió todavía más divertida, y eso que nunca habíamos dejado de hacerlo y de reírnos todos mientras sacábamos paquetes, incluso cuando mis primos y nosotras ya éramos mayores.
Y en las comidas familiares mi abuela siempre estaba la primera en la mesa, aunque tardaba bastante en llegar por el pasillo con el bastón; recuerdo cómo nos reíamos con ella porque obstaculizaba el paso hasta el comedor y teníamos que ir haciendo cola unos detrás de otros hasta que llegaba!
A mi abuela le gustaba mucho leer y pasaba horas jugando al solitario, nos enseñó más de un juego de cartas que todavía recuerdo.
Cuando alguien a quien quieres se va, los recuerdos sólo pueden ser buenos, y uno de los más bonitos fue lo orgullosa que me sentí viendo como mi madre y mi tía cuidaban tan bien de ella cuando ya estaba enferma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario