En una ciudad tan grande hay gente de todas las nacionalidades. Caminando por el Tiergarten escuchamos música que venía de lejos. Se distinguía a alguien tocando la guitarra y cantando, y pensamos: es como el hombre que se sienta en la Rambla del Poblenou a tocar Serrat, pero en alemán. Para nuestra sorpresa, al acercarnos descubrimos que lo que éste tocaba también era Serrat! Resulta que era catalán y vendía allí sus discos de versiones.
Todas las estaciones de metro tienen un diseño diferente, con el nombre de la parada escrito en caracteres originales. Y como últimamente me da por fotografiar este tipo de detalles, pues ahí que iba con la cámara. También me gustó la tapicería de los asientos de los vagones, y es que no hay nada como estar fuera de tu ciudad para que todo te llame la atención.
Hace años en Berlín inventaron la currywurst, una salchicha cortada a trozos con salsa de tomate y curry, ideal como aperitivo. Y la consideran algo tan importante que hasta tienen un museo dedicado a ella!

En Berlín no puedes huir del pasado. Por donde vayas encuentras rastros de la historia reciente del país: la Guerra, el Holocausto, el Muro, historias que te impactan y te conmueven, y te hacen reflexionar sobre la condición humana. El Muro todavía sigue en pie en varios lugares de la ciudad, pero ahora como símbolo de libertad y expresión cultural. Como en la East Side Gallery, donde artistas de diferentes países dieron su particular visión después de la caída del Muro. Un gran museo al aire libre donde no falta el toque de ironía y humor.

Y como curiosidad gastronómica, aunque no creo que sea algo típico de los berlineses, la mujer de la pensión nos daba cada día para desayunar un huevo duro, aunque llegamos a la conclusión de que lo que quería en realidad era hacerlo pasado por agua, por la huevera y la cucharita que nos ponía para comerlo.
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