Caminando por las calles de Soria imaginaba a Antonio y Leonor cogidos de la mano, paseando su amor por entre los restos del románico, o recorriendo el camino que, a lo largo del Duero, lleva hasta San Saturio.
Machado conoció a Leonor en esta hermosa ciudad, tan apacible como las aguas del río que la bañan. Hija de la dueña de la pensión donde el poeta se alojaba, mientras ejercía de catedrático en el Instituto de Soria, Leonor se convirtió en su gran amor, causándole una gran desesperación cuando la enfermedad se la llevó a los pocos años de casados. Y así Machado se enamoró de Soria (y Soria de Machado, como demuestran los innumerables versos escritos en letreros y fachadas), y le cantó en sus Campos de Castilla, guardándola en su interior para el resto de sus días; y quizá admirada por esas bellas frases de homenaje a Soria, yo también guardaré siempre una parte de ella (aunque me ahorraré lo de dedicarle unos versos).
La belleza y tranquilidad de Soria se sienten mientras paseas por sus calles empedradas, que a primera hora de la tarde, no han sido invadidas todavía por los turistas (en su mayoría españoles), y por las que descubres hermosos palacios e iglesias, como la concatedral de San Pedro, que hasta hace 50 años era una colegiata.
Hay bonitos parques donde tumbarse al atardecer, como el de la Alameda de Cervantes; especialmente bonito es el del Castillo, donde una pequeña piscina municipal comparte escenario con los restos de la fortaleza, y desde donde se divisa a lo lejos el estadio del Numancia, del que guardo un buen recuerdo, aunque no sacáramos una buena puntuación la pasada temporada.
Imponente sobre la roca se alza la ermita de San Saturio, patrón de la ciudad, de estilo barroco, donde no se ofician misas, pero sí puede disfrutarse en las noches de verano de conciertos en la cueva de la entrada.
Y bordeando el Duero hacia el otro lado se descubren restos de la antigua muralla, y justo enfrente, los Arcos de San Juan de Duero. Gustavo Adolfo Bécquer, atraído también por la fuerza de los paisajes de Soria, se inspiró en una colina cercana a este claustro para escribir una de sus leyendas, El Monte de las Ánimas.
Difícil quedarse con uno solo de los poemas con los que éstos y otros muchos escritores obsequiaron a esta tierra, quizá la más pobre y austera de Castilla, y a su gente, pero os dejo unos versos de Machado que espero os lleguen al corazón.
¡Adiós, tierra de Soria; adiós el alto llanocercado de colinas y crestas militares,alcores y roquedas del yermo castellano,fantasmas de robledos y sombras de encinares!En la desesperanza y en la melancolíade tu recuerdo, Soria, mi corazón se abreva.Tierra de alma, toda, hacia la tierra mía,por los floridos valles, mi corazón te lleva.
Apuntes de gastronomía.
Ya en el aspecto menos cultural, aunque sí más apetitoso, recomiendo saciar la sed en uno de los numerosos bares de las dos plazas más concurridas de la ciudad, mientras probáis los tradicionales torreznos, crujientes tiras de tocino frito. Y si queréis llevaros algo típico del lugar, la mantequilla de Soria ya cuenta con Denominación de Origen. Y ya en plan dulce, empiñonados, roscos y sobadillos harán las delicias de los más golosos. Como buena aficionada a los vinos (no sólo a beberlos sino también a conocerlos) no olvidaré los Ribera del Duero propios de la zona, aunque con su merecida fama, sobra mencionarlos. Y en el próximo capítulo, ¡el cochinillo de Segovia!
2 comentarios:
Muy chulas las fotos, la verdad es que desde pequeño que el nombre de Soria me hacía mucha gracia, sobretodo a partir d euna canción de la época: Voy Camino Soria, de Gabinete Caligari. ¿Tenían alguna calle con su nombre para rendirles homenaje?
http://www.youtube.com/watch?v=FE_x9-krvl4&feature=related
Je je, pues no vimos ninguna calle con su nombre pero sería una buena propuesta para hacerle al alcalde, porque yo cuando pienso en Soria también me viene a la cabeza la canción, es un buen reclamo turístico!
Gracias por hacérmela recordar, ¡vaya pinta de ochenteros!
Y como dice la canción, ¡allí me sentí en la gloria!
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