Lo del hotel, si se le puede llamar así, fue cosa de mi hermana, pero suerte tuvimos de encontrar algo en Zaragoza en esas fechas. Era una especie de dúplex en plan cutre, al cual mi prima consiguió dar un aire todavía más siniestro, al darse cuenta de que no se podía cerrar con llave por dentro y convencernos de que quizá no dormiríamos tranquilas. Por si acaso construyó una fortaleza delante de la puerta, con la ayuda de una silla y su maleta encima. Suerte que hay gente que aunque sea para tres días se lleva la casa a cuestas, porque con lo que pesaba la maleta dudo que algún ladrón hubiera tenido fuerza para entrar. En fin, que a pesar de los inconvenientes, como los colchones que se hundían, conseguimos dormir.

Uno de los pabellones en los cuales me arrepentí de haber hecho cola, y me sabe mal decirlo, fue el de España. Lo único bueno que recuerdo es la botellita de agua desalinizada que daban al salir, y que se agradecía con el intenso calor del mes de julio. Demasiadas explicaciones sobre el ciclo del agua, en plan museo de la ciencia, y poca originalidad en la forma de tratar el tema. Y alguna zona del pabellón que no se podía visitar, todavía no sé por qué. El que sí me gustó fue el de Aragón. Para empezar, la espera era amenizada con una actuación de jotas; la vocación de los joteros es de admirar, ya que aguantar bajo el sol de mediodía vestidos con faja y cachirulo tiene mucho mérito. Dentro del pabellón, y entre una decoración de jardines y riachuelos, se podía ver un audiovisual sobre las tierras aragonesas dirigido por Carlos Saura.
También nos gustó mucho el pabellón de Japón en el que pasaban un video de animación, a partir de los grabados
ukiyoe, sobre la vida en Tokio hace 200 años, mostrando el uso que en aquella época se hacía de los recursos naturales. Casi todo se reciclaba o reutilizaba, con lo cual el agua de los ríos se mantenía muy limpia, cosa bastante impensable hoy en día. Os puede interesar la
web que os enlazo sobre este pabellón. Y no os perdáis la foto del letrero con normas para respetar en la cola. ¡La última es genial!

El día familiar iba bien hasta que perdimos a mi prima. Fue camino del espectáculo del iceberg. Como ella tiene tendencia a mirar y remirar todo cuanto se le presenta ante sus ojos, se entretuvo más de la cuenta en alguno de los pabellones, y mi hermana y yo no nos dimos cuenta. Así que vimos el espectáculo por separado. ¡Monísimos los pingüinos que saltaban al río desde lo alto del iceberg! Y después a buscarla entre la “poca” gente que había…

Agotadas después de un día de sol, calor y colas, nos fuimos a dormir al lujoso edificio que teníamos por alojamiento; al día siguiente visitamos Zaragoza (el Pilar, el tubo, cuando hay poco tiempo…).
Espero repetir viaje con ellas porque a pesar de las pequeñas discusiones lo pasé muy bien. ¿Y vosotras?
3 comentarios:
"Si necesita ir al servicio, avise a la gente de detrás" es lo que pone en el letrero, la foto no se puede ampliar.
Parece que no fue productiva dicha obra...
Las visitas extranjeras, ¿eran muchas?
Más que nada mañicos, por algo les pilla cerca...
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