martes, 18 de junio de 2013

Treinta y tantos

Me gusta cumplir años. No es que me entusiasme pensar que nos hacemos mayores, eso está bien cuando se tienen 15 años, pero me gusta el día del aniversario. Cuando se acerca me pongo nerviosa, pero esa sensación es la que me hace sentir especial. Este año también fue especial, lo fue ese día y los tres siguientes. Un fin de semana agotador para el cuerpo, pero reconfortante para el alma y las emociones. Lo celebré en una casa rural con mis amigos, y cuando llegamos allí después del trabajo desconectamos de todo. Teníamos al barman experimentado que nos preparó unos gintonics buenísimos, la cocinera nos hizo un pastel de cumpleaños estilo libre y la fotógrafa no perdió detalle de los momentos divertidos. 

Yo soy la de los 35 eh!

Y el otro cumpleañero se conformó cuando le dijimos que su regalo tardaría un poco más de lo previsto en llegar. Vaya sorpresa cuando al día siguiente lo "colgamos" de los árboles y lo pusimos a matar animalicos de cartón piedra! Por cierto, ¿qué se dirían cuando se cruzaron él y el barman en un barullo de anillas y cables? Pero demostró tener habilidad en la escalada y hasta intentó convencer a los demás de que no hacía falta que subieran. Menos mal que Esther hizo también de ardillita y dejó en buen lugar al equipo femenino. El año que viene preparaos para la gincama Humor Amarillo porque los moratones que tenéis no serán nada comparados con los que os dejarán esos rodillos asesinos. Los días anteriores habían sido lluviosos y el bosque donde hicimos las actividades estaba embarrado; mi coche acabó salpicado hasta los cristales, por no hacer caso a un abuelillo que me decía: por ahí no! Somos gente de ciudad...

Aparte de algunos utensilios de cocina que echamos en falta, la casa era lo que esperábamos; tenía incluso piscina pero preferimos no bañarnos dados los 5 o 6 grados de temperatura que había. Pero tomamos el sol, hicimos largas siestas y hasta nos explicamos anécdotas de la infancia en la intimidad de la noche. La casa estaba dentro del pueblo de Tavertet, en la zona del Collsacabra, y rodeada de los famosos "cingles", grandes rocas calcáreas de pared vertical. Desde los numerosos miradores del pueblo se podía disfrutar de la vista del pantà de Sau, del riu Ter i de todo el Parc de les Guilleries.

Tavertet

Cingles de Tavertet

Me gusta hacer regalos, y más aún, recibirlos; esa emoción que te entra al desenvolver el paquete que tan cuidadosamente han confeccionado para ti. ¡Una camiseta oficial firmada por todo el equipo! Personalemente ya sabéis que prefiero el dorsal 23 pero creo que llego un poco tarde para eso (que me explique Esther cómo hizo para quedarse en los 22...). Gran regalo y dedicatorias que me llegaron al corazón, aunque ciertas propuestas no sé si las voy a seguir.


El primer día no tuvimos bastante con la aventura de la tirolina y el circuito forestal, así que después de comer (y dormir) seguimos caminando en dirección a una ermita que no llegamos a encontrar, ¡se nos hacía tarde para cenar! Pero el paseo valió la pena.

Cuando empezamos la excursión hacia Cabrera el tiempo no prometía mucho, pero allá que fuimos. Lástima que el granizo no nos dejara disfrutar de las vistas que supuestamente había desde el santuario; encogiendo los hombros debajo de los chubasqueros, como si eso hiciera que te mojaras menos, íbamos más pendientes de ver donde pisábamos. Pero la experiencia de escalar, casi literalmente, hasta la cima, fue divertida. Para la próxima, necesitaremos unos pantalones impermeables. 

Antes de la escalada...
...después del granizo!

Después de secarnos un poco nos merecíamos una barbacoa; no era del tamaño que esperábamos (más bien era portátil) pero sirvió estupendamente a nuestros propósitos. Así que como veis, hubo comida y bebida, como en todas las celebraciones; demasaida comida, me atrevería a decir, ya sabéis, ¡no dejéis que me siente mal!

El último día caminamos hasta Rupit, por un camino que salía de Tavertet, y que tardamos un rato en descubrir que no era precisamente el más corto. Al pueblo se entra por un puente colgante, que según un letrero, no aguanta más de 10 personas encima. De vuelta encontramos el camino bueno, y decidimos que en una futura excursión llegaríamos hasta el Salt de Sallent, una cascada a pocos km de Rupit. 

Entre Tavertet y Rupit

Los "Fabulosos Rupit Boys"
Puente colgante

Rupit

Y ese fue mi 35 aniversario, el año que viene lo volveré a probar, a ver qué tal. Así que os recomiendo cumplir años aunque sea una vez cada 365 días (más de una vez al año podría ser perjudicial) y disfrutar cada momento de ese día como si ya no fuera a volver.



martes, 4 de junio de 2013

Viejos tiempos

Mayo de 2032, el Espanyol consigue entrar en Champions por tercer año consecutivo. Quzá esta temporada también la gane...

-Mamá, ¿por qué no me explicas algún viaje de los que hiciste para ir a ver al Espanyol? La tele me aburre, en el canal de deportes llevan todo el día hablando de ese nuevo jugador africano que ha fichado el Barça.

-¿Te he contado el viaje que hicimos a Vigo tu abuelo y yo?

-No, me gustaría escucharlo.

-Sólo si me prometes que luego acabarás los deberes.

-Te lo prometo!

-La temporada 2012-2013 fue como muchas otras: victorias, derrotas, empates, más victorias...(o mejor dicho, más derrotas...). Pero como todas las temporadas tuvo su viaje especial. Era la última jornada de liga, y no fue especial porque el Espanyol consiguiera algo extraordinario (en aquella época aún no éramos tan buenos), sinó porque significó compartir la alegría de otros que sí consiguieron algo importante. El Celta se salvó de bajar a segunda en esa última jornada, en la que se enfrentó a un Espanyol que ya lo tenía todo hecho (hace años nos conformábamos con la salvación) pero que no se lo puso fácil en ningún momento, algo que, sin razón, criticaron en algún diario local.

  Antes de ir al estadio hicimos un poco de turismo; me gustó Vigo, en todas las ciudades hay que saber encontrar lo bueno que las diferencia de otras. Sus calles son bastante empinadas, y gracias a eso las vistas de la Ría desde lo alto eran espectaculares. 


También fuimos en barco a las islas Cíes, preciosas con sus playas de arena blanca, sus senderos que la recorren de punta a punta, el faro, el agua cristalina...




-Mamá, te estás desviando del tema importante! ¿Qué pasó en el partido?


-Ya va, ya va... Hacía días que la ciudad estaba adornada con camisetas del Celta, para que el equipo supiera que todos estaban con ellos. El ambiente en los alrededores del campo fue muy bonito, y dentro no cabía un alma, los espectadores se sentaban incluso en las escaleras.


El abuelo y yo estábamos situados delante de una familia de Vic, un matrimonio con dos niñas que celebraban cada ocasión de los nuestros con auténtica pasión. También estaba en aquella zona el equipo alevín del Espanyol, que se encontraba en Galicia para disputar un torneo internacional. Los niños hicieron buenas migas con los aficionados locales. Sabiendo que no nos jugábamos nada, querían al Celta en primera.


  Los aficionados animaban y animaban a su equipo, y como el abuelo era el único en aquella zona que llevaba transistor, todo el mundo le preguntaba qué pasaba en otros campos. ¿Todo igual en Coruña?  El Depor perdía contra la Real, lo que salvaba al Celta del descenso. Tanto se entregó el público a su equipo, que tu abuelo y yo acabamos siendo dos seguidores más del Celta, conscientes de que un gol nuestro acabaría con las ilusiones de aquéllos que se habían convertido durante dos horas en "colegas" de partido. El árbitro pitó, y así el Celta siguió siendo equipo de primera.



-Qué angustioso debe ser sufrir por no bajar a segunda...

-Tú estás acostumbrado a ver grandes temporadas del Espanyol, pero no siempre fueron buenos tiempos, si no, pregúntale a tu abuelo; y el domingo, cuando te lleve al campo, anima con todas tus fuerzas al equipo, le gustará ver que esos colores te apasionan tanto como a él, y piensa que la alegría y la ilusión son muy contagiosas.

-Lo haré mamá.