sábado, 29 de septiembre de 2012

Son las cosas del camino

Sentada en un parque de Obanos, mientras me ponía hielo en el tobillo hinchado y me preguntaba si podría caminar al día siguiente, empecé a escribir ésto. Irina dibujaba la iglesia del pueblo y Esther escribía sobre la jornada, y yo, dejaba volar mi imaginación al siglo XII, y pensaba en el Misterio de Obanos, una representación teatral sobre el Camino, que conocimos gracias a una lugareña. Gracias a ella también supimos que en ese bonito pueblo es donde se unen el camino francés (desde Roncesvalles) y el aragonés (desde Somport).

Obanos
                                   
Partimos de Roncesvalles el primer día con la bendición del cura, que como cosa curiosa, nos despedía a todos al inicio del camino. Si exceptuamos la torcedura del pie, la primera etapa fue muy bien; sería algo así como decir que a pesar de la derrota, fue un buen partido. Dejamos atrás pueblos tan bonitos como Burguete para llegar a otros con más encanto si cabe como Larrasoaña. Pueblos de poquísimos habitantes como Irotz, que nos pareció un oasis en medio del camino, cuando llegamos a él con bastante hambre para desayunar, y otros más grandes como Villava, donde según la guía nació Miguel Induráin. Y rodeadas de peregrinos, celebramos el cumpleaños de Esther, con unas velas que no conseguíamos mantener encendidas con aquella humedad, en un trozo de bizcocho a modo de pastel; sin duda, todo un lujo que nos gustó compartir.

Horno de Irotz

El pie no me dolía al caminar, y aunque estaba hinchado, no hice caso de las recomendaciones de una farmacéutica y del hombre del albergue, que por cierto se portó muy bien, ofreciéndose a venir a buscarme si no podía seguir. Así que continué la ruta, deseando solo que mi decisión no me pasase factura en el futuro. Mis amigas compartieron el ritmo de mi pie lesionado y como lo importante del Camino no era cuándo llegáramos, acortamos las etapas y nos lo tomamos con más calma.

La entrada en Pamplona no fue nada glamurosa, con la ropa interior colgando de la mochila para que se secara (el día antes había llovido durante toda la tarde). Pero el decoro es lo último en lo que piensas en estos viajes. No importa si has de ducharte en el baño de hombres porque está más vacío que el de mujeres (y que nadie tenga pensamientos morbosos) o si has de pasearte por el albergue en pijama para ir a la cocina a por agua. Aquí desaparecen muchas manías. Conoces todo tipo de personas y sus distintas maneras de hacer el Camino, o de sacar fuerzas de donde sea a pesar del cansancio y las lesiones. Y si tu marido es el que lleva todo el equipaje en un carrito, seguro que muy cansada no puedes acabar!

Cada uno soporta el cansancio como puede

Buena forma de transportar el equipaje!

Se acercaba una ola de calor por toda España (llegaríamos a los 40ºC), que ya empezamos a notar mientras subíamos y bajábamos el Alto del Perdón. El olor de la hierba seca tostada por el sol en nada se parecía al del primer día en Roncesvalles, cuando la niebla mojaba plantas y árboles y éstos despedían el olor de la lluvia. El calor llegó a ser tan asfixiante a lo largo de la semana, que incluso nos parecía que dilataba las distancias; así, en un punto faltaban 6 km hasta el siguiente pueblo, y diez minutos más tarde un letrero indicaba 6'8 hasta el mismo lugar! Pero el punto máximo de la canícula nos pilló en Viana, donde buscábamos desesperadas cualquier lugar que nos resguardara del viento cálido que al parecer venía del Sáhara.

¿Quién dijo calor?

Y ¿qué sería tanto esfuerzo sin una buena recompensa nutritiva? El menú peregrino nos reponía de la dura caminata de la mañana, mientras en la tele veíamos los juegos olímpicos; buenas raciones de potaje, caldo o pasta, que no dudábamos en acompañar con vino, un poco cansadas ya del agua de las cantimploras. Y hablando de vino, es curiosa la idea que han tenido las Bodegas Irache (a unos 2 km de Estella) de colocar una fuente de vino en el camino, vetada por desgracia a los más madrugadores, ya que el surtidor funciona a partir de las 8 de la mañana.

La noche antes de llegar a Logroño (final de nuestro viaje) nos vestimos con nuestras mejores galas (riñonera a modo de bolsito y conjuntadas las tres) y salimos a disfrutar de la noche del viernes en Viana, con las ofertas de tapa y pote por menos de 3 euros. 

Modelo viernes noche

Si me preguntaran cuál ha sido la mejor experiencia del viaje, diría que lo bonito es cuando consigues sentir que el Camino no es ningún objetivo, que lo importante es avanzar, formar parte de él; sólo entonces la mente se vuelve más ligera, y el cuerpo, y todo lo que acarrea, dejan de ser una carga. 


lunes, 30 de julio de 2012

Orejilla del Sordete

Ahora que me paro a pensar, todavía no he escrito nada sobre mis vacaciones de Semana Santa. Y ¿qué os cuento yo del viaje a Peñalsordo, también conocido como Orejilla del Sordete? Para empezar tengo una cosa clara, el apartado de gastronomía que pone fin a todos mis viajes, queda suprimido de este relato, porque la comida (incluye ésto tapeo, aperitivos, cañas...) no está separada de él, sino que es la esencia misma del viaje. Vamos, que en mi memoria sigue la imagen de unos callos venidos "al vacío" desde Madrid, que aunque poco tienen que ver con la comida típica de la zona donde estábamos, combinaban de maravilla con otros platos extremeños.

Hicimos buenas "migas" con los extremeños

El viaje en AVE hasta Ciudad Real estuvo amenizado por dos familias con niños alucinados de que el tren corriera tanto y ni siquiera se notara. Y al llegar a la estación me sentí como uno de esos turistas a los que esperan con el nombre escrito en un cartelito. Así me recibieron mis amigos, que ya llevaban un día por esas tierras. 


Turista acabada de llegar a Ciudad Real

Y de allí en coche hasta Peñalsordo, comarca de La Serena, provincia de Badajoz, un pueblo acogedor donde mi amigo pasó los veranos de su juventud, donde vivió anécdotas que quiso compartir con nosotras en la casa familiar. Un pueblecito tan acogedor que hasta uno de sus lugareños se mostró interesado en mí como pareja para su nieto!

Vista de Peñalsordo

Y hospitalaria era la gente del pueblo, que ya no vivía allí sino en la capital o incluso más lejos, pero que volvía a su tierra a menudo porque nadie puede vivir lejos de sus orígenes. Nos invitaron al cortijo a comer, beber y charlar; distintos puntos de vista con un mismo objetivo, intentar "arreglar" los problemas del país. Para bajar la comida salimos a buscar espárragos; qué ilusión cuando Esther y yo descubrimos el primero! Así somos la gente de ciudad.

Si David pone el "vicio" gastronómico en los viajes, al cual yo me resisto poco, Esther y yo ponemos la parte deportiva y excursionista. Así que subimos al peñón Pez, del que me costó descubrir la forma que le da nombre. Un paseo por angostos senderos entre los arbustos hasta la cima, desde donde teníamos espectaculares vistas del pantano de la Serena.

Pantano de La Serena
Subida al peñón Pez







Y como no podía faltar la cultura, decidimos hacer una escapada a Mérida. Llegamos a la hora del aperitivo y entramos en un bar a tomar unas tapas: migas extremeñas y torta del Casar, que Esther acompañó con un café con leche. Según ella no era la hora del tapeo sino del café, que curiosamente resultó más caro que las cañas. Hay gustos para todo. Nos remonatamos unos siglos atrás y visitamos el circo, el amfiteatro y el teatro romanos; en este último se celebra cada año el festival de teatro clásico de Mérida. Comimos en el Briz, un restaurante de aspecto un tanto pobre al que no habríamos entrado si no nos lo hubieran recomendado, pero valió la pena.

Amfiteatro de Mérida

Teatro de Mérida

En la comida del último día, en una terracita bajo el sol que nos ponía morenos, corrió el rumor entre los clientes de que los componentes de Estopa comían a pocos metros de donde estábamos. Al parecer sus parejas son de un pueblo vecino y se dejan ver a menudo por Peñalsordo. Nos llevamos una pequeña decepción cuando llegamos al bar y vimos que no estaban.


Y así los días transcurrieron entre tapas de secreto ibérico, torta de la Serena y ancas de rana, y las noches entre lecturas del cuore y programas televisivos hasta altas horas, cuando por fin sacábamos los pies del brasero y nos íbamos a descansar.

domingo, 13 de mayo de 2012

Camí del mar

A només dues hores en cotxe de Barcelona vaig descobrir fa temps un dels paisatges més macos de Catalunya, el Delta de l'Ebre, i vaig voler tornar fa poc per gaudir de la tranquil.litat d'aquell lloc que transmet calma i que alenteix el pas de les hores. Llargues carreteres rectes i sense pendents, i poc transitades, excepte pels arrossaires que conreen el preuat cereal, fan que sigui un plaer conduir d'una punta a l'altra del Parc Natural. Una de les coses de la que em vaig assabentar al viatge, és que al Parc es troba l'únic desert que tenim a Catalunya, una gran extensió de sorra i dunes, protegida per tal que les aus nidifiquin, i on vam trobar un senyal molt curiós del que encara ara intentem esbrinar el significat. Suposo que en un lloc tan natural com aquest és normal que els animals tinguin preferència a l'hora de creuar!

Desert de dunes
Atenció! Pas d'ànecs!
Des de la casa rural, a la qual les habitacions tenien noms de varietat d'arròs, només es veia el paisatge dels arrossars, ple d'ànecs i ocells que semblaven estar allà per despertar el turista cada matí. 

Vista dels arrossars des de la Masia Tinet
I de la modernitat i el confort de la casa vam passar a la part més salvatge de la zona, en una excursió de quasi quatre hores, caminant descalços (molt més còmode que anar amb talons foradant la sorra, com alguna dona que ens vam creuar) per la Platja de la Marquesa fins a la Punta del Fangar, i recollint petxines com a record. El camí passava pel costat d'un far, única ombra en tot aquell desert, i a la llunyania es veia, com si d'un miratge es tractés, el mar i les cases de l'Ampolla reflectides a l'aigua.

Far de la Platja del Fangar i "flamenca" recollint petxines
I no podriem parlar del Delta sense el riu que li dóna el nom. L'Ebre arriba al seu final amb la mateixa tranquil.litat que envaeix la zona. I els pescadors ho aprofiten per pescar llobarros o anguiles. I al costat d'aquest tram final del riu, un carril per a bicicletes ens porta fins a un mirador des d'on podem veure com l'Ebre s'ajunta amb el Mediterrani. En tota aquella zona de llacunes, la zona de El Garxal, vam trobar molts fotògrafs interessats en els flamencs i altres aus que poblen el Parc.

Desembocadura de l'Ebre
Riu Ebre
L'últim dia va ser típicament primaveral: pluja, sol, vent, altre cop pluja... Vam visitar Poble Nou del Delta i des d'allà vam fer una altra excursió per l'Encanyissada fins a la Casa de Fusta

L'Encanyissada
I a l'altra banda del Poble Nou, una platja d'esperit salvatge ens mostrava l'inici d'un camí cap a la Reserva Natural de flamencs, anomenada Punta de la Banya, a la qual ja no vam arribar.


Apunts de gastronomia.
I no podíem marxar d'allà sense provar el magnífic arròs del Delta! Un arròs negre acompanyat d'un vi de la Terra Alta. Com que una paella per dues persones acostuma a significar quasi quatre racions, ens van posar en una carmanyola les restes del dinar, i vam tenir arròs per sopar al dia següent. Mentre esperàvem l'arròs, havíem demanat uns musclos a la marinera, però com ens va fer saber el cambrer, els musclos no eren encara del "terrenu" sinó del nord (de Catalunya?, d'Espanya?) i ens vam haver de conformar amb unes cloïsses; quin sacrifici!